Habiendo sido dedicado al santuario de Guadalupe el año de 1709, por decreto del papa Benedicto XIII pasó a ser Insigne y Parroquial Colegiata desde 1725, servida por un abad y diversos canónigos.

Al cabo del tiempo el edificio sufrió varias reformas, entre ellas, la emprendida durante 1887 por el presbítero Antonio Plancarte y Labastida con motivo del desplome y desprendimiento de una de las torres, y para poder celebrar en 1895 la Coronación Pontificia de la Virgen.